¿Cómo cuidar la salud mental? 5 psicólog@s de nuestro equipo responden
Por: Trinidad Gómez
¿Alguna vez te has preguntado cómo cuidan su salud mental los psicólogos? Como profesionales en el mundo de la salud mental, que enfrentan desafíos y deben cuidar de sí mismos, podrían tener buenos consejos. Para descubrirlo, le preguntamos a cinco psicólogos que ocupan diferentes roles en nuestra red cómo manejan su propio autocuidado. Sus respuestas son prácticas, humanas y te pueden sorprender… sigue leyendo para conocer más.
Incorporación de hábitos saludables.
“Incorporar hábitos saludables a mi rutina me permite manejar mejor mis emociones y enfrentarme mejor a las situaciones estresantes. Lo más útil para disminuir la ansiedad y el estrés ha sido aumentar mi consumo de agua, hacer ejercicio cada mañana, y recibir apoyo de mi red social. Es importante tener momentos de autocuidado y espacio para la salud mental, ya que es esencial cuidar de sí mismo, para poder ayudar y cuidar a otros”.
– Bruno Nicolás Astorga Ulloa, Clínica PsiConecta.
Hoy en día, muchas personas llevamos vidas ajetreadas. En muchos casos, tenemos varias preocupaciones en mente y dedicamos gran parte de nuestro tiempo a cumplir con responsabilidades laborales, académicas, familiares, sociales, entre otras. Si no somos nosotros quienes lidiamos con el estrés o la ansiedad, seguro conocemos a alguien que sí.
Cuidar la salud mental nunca ha sido tan importante como ahora, y hay acciones simples que podemos adoptar para cuidar y proteger nuestro bienestar mental, físico y emocional.
Dentro de lo posible, intenta:
- Realizar actividad física. Busca algo que disfrutes y te haga sentir bien, ya sea caminar, correr, bailar o ir a un gimnasio. También puedes buscar actividades o talleres en tu municipalidad. Recuerda que la actividad física no debe ser dolorosa ni tomar horas y horas de tu día; busca algo que te haga sentir bien y que puedas incorporar a tu rutina diaria.
¿Qué tiene que ver el ejercicio físico con la salud mental?
- Priorizar una alimentación equilibrada. Existe cada vez más evidencia de que lo que comemos influye en cómo nos sentimos. No se trata de comer menos o dejar de comer las cosas que más nos gustan; más bien, se trata de incluir alimentos integrales, ricos en vitaminas, minerales y fibra a nuestras dietas. Además, la hidratación es fundamental. Es importante escuchar a tu cuerpo y beber agua cuando tengas sed.
Lee más:
- ¿Qué es el “mindful eating” o alimentación consciente?
- ¿Qué es la alimentación emocional y cómo afecta tu salud?
- Cuida tu salud mental: Alimentación Saludable
Cuidar tu sueño. El descanso es esencial para nuestro bienestar. Crear una rutina de sueño que se ajuste a tus necesidades y rutina te puede beneficiar. Considera mantener un horario regular para acostarte y levantarte y evitar la cafeína o las pantallas electrónicas al menos una hora antes de dormir. Además, puedes incorporar una rutina relajante justo antes de dormir, como leer un libro o practicar ejercicios de respiración.
La salud mental influye sobre nuestra capacidad de hacer frente a situaciones de estrés. Tomar medidas simples para cuidarnos nos ayuda a estar más preparados para enfrentar los momentos difíciles.
Saber cuándo pedir ayuda.
“He aprendido lo importante que es ser conscientes de nuestros propios límites para saber cuándo pedir ayuda, ya sea a un familiar, amigo, o profesional de la salud. Intento mantener una red de contactos activa a la que puedo acudir cuando sea necesario, en distintas situaciones, y recordar que siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos”.
– Constanza González Larrondo, Clínica PsiConecta.
Reconocer cuándo pedir ayuda es clave para cuidar nuestra salud mental. Todos enfrentamos momentos en los que la vida nos desborda, ya sea por una pérdida, problemas en el trabajo o los estudios, cambios importantes o situaciones imprevistas. Si nos sentimos agobiados, angustiados o preocupados y nuestras estrategias habituales no son suficientes, es momento de buscar apoyo. Esto puede significar conversar con alguien de confianza, como un amigo o familiar, o acudir a un profesional de la salud mental, como un psicólogo.
Pedir ayuda no es un signo de debilidad, sino una herramienta esencial para el bienestar.
Algunas cosas que puedes considerar a la hora de pedir ayuda son:
- Identifica personas de confianza. Pueden ser amigos, familiares, compañeros de trabajo o estudio, colegas, profesores, entre otros.
- Comienza con algo sencillo. Por ejemplo: “¿Tienes un momento para hablar? No me estoy sintiendo bien y necesito a alguien que me escuche.”
- Si hablar te resulta difícil, escribe. Un mensaje de texto, correo electrónico o incluso una carta puede ayudarte a expresar lo que sientes. Además, escribir suele aclarar los pensamientos.
- Sé específico si sabes lo que necesitas. Di algo como: “Me siento abrumado con este proyecto, ¿podrías ayudarme a organizarlo?” o “No me siento bien emocionalmente, ¿puedes acompañarme a buscar ayuda profesional?”
Conectar con el disfrute.
“Parte de mi autocuidado consiste en crear espacios de distensión. Busco pasar tiempo de calidad con la gente que quiero, gente cercana a mí–sean amigos, amigas, familiares. Procuro que estos momentos se den fuera del ámbito laboral. Esto me ayuda a distraerme, pasarlo bien, sentirme contenida y finalmente, disfrutar”.
– Catalina Fischman, Coordinadora Clínica.
Es frecuente encontrar que en los momentos de más estrés o sobrecarga, las personas abandonan las actividades que les brindan placer y relajación. Pero muchas veces, la ausencia de disfrute agrava los niveles de estrés; el disfrute es una fuente clave de bienestar emocional y físico.
Dedicar tiempo a las cosas que nos gustan, como pasar tiempo con nuestros seres queridos, leer un libro, cantar nuestras canciones favoritas o disfrutar de una comedia, puede revitalizarnos y ayudarnos a afrontar los desafíos de la vida diaria. La risa y el humor, en particular, tienen efectos comprobados tanto en nuestra salud mental como física, al reducir el estrés y fomentar una sensación de alegría y conexión.
Incluso cuando el tiempo es limitado, buscar pequeños momentos de distracción y placer es fundamental. Cultivar estos espacios puede ser una de las estrategias más simples y efectivas para mantener el equilibrio y la salud emocional.
Piensa en pequeñas cosas que te hacen sonreír o sentirte bien, como tomar un café, ver tu serie o película favorita, o reír con un amigo. Estas actividades sencillas pueden ser una fuente diaria de placer.
El autocuidado no es perfecto.
“Uno de mis grandes aprendizajes de autocuidado en estos últimos años de híper exigencia, ha sido saber cuándo aceptar que hay días que simplemente serán difíciles. En la Fundación, estando muy rodeados de la información sobre lo que “hay que” hacer cuando uno está bajo estrés, a veces esas ideas pueden terminar siendo un poco persecutorias. Uno piensa “hoy no alcancé a terminar todo, y para más remate no hice la práctica diaria de respiración, o no fui a hacer ejercicio, o no me di el tiempo para mí”. El problema de eso es que se vuelve un doble fracaso al finalizar el día, lo cual termina siendo aún peor. Aceptar que “hoy anduve un poco estresado no más” y tratar de encontrar el espacio para mejorar sin castigarse, ha sido un alivio importante; y al final termina aumenta las probabilidades de que al otro día me haga el tiempo para el autocuidado”.
– Sebastián Opazo, Director Ejecutivo.
En los últimos años, el concepto de autocuidado ha ganado popularidad, y con ello, también han surgido ciertas expectativas sobre cómo deberíamos practicarlo. Aunque es maravilloso que más personas hablen de cuidar su salud mental y emocional, a veces pareciera que el autocuidado se ha convertido en otra tarea más en la lista de pendientes.
Sentir que “debemos” dormir ocho horas, hacer ejercicio, meditar, o seguir una rutina de bienestar a la perfección puede generar una autoexigencia que, lejos de ayudarnos, se convierte en otra fuente de estrés.
Si bien es esencial mantener hábitos saludables como el ejercicio, la buena alimentación y un sueño reparador, más importante aún es cultivar una actitud compasiva con nosotros mismos que nos sostenga en tiempos difíciles o de adversidad.
El autocuidado no tiene que ser perfecto ni constante para ser significativo. Habrá días en los que no tengamos tiempo, energía o ánimo para hacer aquello que sabemos que nos ayuda. Y está bien. A veces, cuidarnos puede significar simplemente descansar, darnos permiso para no hacer nada, o incluso aceptar nuestras emociones tal como son, sin intentar cambiarlas de inmediato.
Por eso, el autocuidado puede manifestarse en acciones simples como:
- Salir a caminar o hacer ejercicio
- Hacer una práctica de meditación o mindfulness
- Conectar con mi espiritualidad
- Juntarse con un amig@ o ser querido
- Establecer una rutina de sueño saludable
Pero también, el autocuidado se puede ver como:
- Aceptar que algunos días no tendré ganas o tiempo para hacer ejercicio, y está bien.
- Hablar con alguien de confianza sobre mis emociones y pensamientos.
- Desconectarme de mis preocupaciones viendo una película o serie.
- Hacer lo mejor posible, aunque no sea perfecto.
Cuando leas o escuches sobre el autocuidado, ten ojo con las perspectivas que enfatizan solamente la realización de acciones. Estas son importantes, pero en muchas ocasiones lo que realmente va a determinar tu bienestar será tu actitud y forma de relacionarte contigo mismo.
Participación en supervisión clínica.
“Parte de la formación y el ejercicio clínico ha sido construir un tiempo y espacio de supervisión clínica. Esta instancia, vital para el aprendizaje y maduración como profesional, me ha permitido ampliar los horizontes del conocimiento clínico, y también, robustecer una praxis ética. Ese tiempo y espacio del que hablo, ha traído al frente la propia ignorancia y el miedo al no-saber, necesario; de la mano con aquel saber-hacer-allí que posiblemente uno estaba buscando”.
– Américo Aravena Assef, Clínica PsiConecta.
Casi todos nuestros psicoterapeutas mencionaron la supervisión como una medida importante de autocuidado.
Para quienes no saben, la supervisión es el proceso en el cual un psicoterapeuta busca orientación y apoyo de un colega con más experiencia (el supervisor). En una supervisión, el psicoterapeuta comenta sobre los casos que atiende, recibe sugerencias o recomendaciones, y reflexiona sobre cómo manejar los desafíos que enfrenta. El objetivo es ofrecer una mejor atención a sus pacientes pero también cuidarse a sí mismo en el proceso.
De hecho, contar con un espacio de supervisión ayuda a prevenir el agotamiento profesional (síndrome de burnout) al ofrecer un espacio seguro para compartir experiencias y preocupaciones. Esto permite a los profesionales procesar el impacto emocional y los desafíos propios de su trabajo, evitando que las situaciones difíciles, emociones intensas o frustraciones se acumulen y afecten su bienestar. Además, el trabajo en salud mental puede ser solitario, y la supervisión brinda conexión y validación, recordando al profesional que no está solo en los desafíos que enfrenta.
Si eres psicoterapeuta… y no tienes un espacio de supervisión, considera buscarlo. Pregunta a tus colegas de confianza si conocen supervisores recomendados. También puedes formar un grupo de estudio con tus compañeros o conocidos. Generar este espacio no solo mejorará tu práctica, sino que también te ayudará a cuidar tu bienestar emocional y prevenir el agotamiento.
Si no eres psicoterapeuta… la idea de la supervisión resultará novedosa. Pero sin importar tu profesión, tener un espacio para reflexionar sobre desafíos laborales, recibir apoyo, desahogarte y conectar con otras personas que enfrentan situaciones similares puede marcar una gran diferencia en tu bienestar y desarrollo profesional. Nunca temas buscar instancias para conversar sobre tus experiencias o inquietudes. Es posible que encuentres espacios para sentirte validado y acompañado.
En los testimonios de estos psicólogos se revela algo clave: el autocuidado no es una fórmula predeterminada, sino una actitud de aceptación y flexibilidad. A veces, el cuidado no está en hacer todo a la perfección, sino en reconocer que hay días más difíciles que otros y que eso está bien. Al final, lo importante es encontrar un equilibrio que nos permita cuidar de nosotros mismos, no solo para sentirnos bien, sino también para poder estar allí para los demás.