El duelo por mascotas sí existe

Por: Sofía Cobo
Aunque no todos lo entienden, perder una mascota puede doler tanto como perder a una persona. Para muchas familias, los animales de compañía no son “mascotas” sino miembros del hogar, compañeros emocionales y parte del día a día. Sin embargo, el duelo que provoca su muerte suele ser invisibilizado o minimizado. ¿Qué pasa cuando ese dolor no es validado socialmente?
La psicóloga Maite Diez escribió el libro “En mi corazón”, dirigido especialmente a niños y niñas, como una forma de ayudarlos a transitar este tipo de pérdidas. A través de sus páginas, el texto no solo reconoce la muerte de una mascota como un evento real y significativo, sino que ofrece un espacio de acompañamiento emocional que rara vez se brinda. “Habla de que esto sí existe, que es un hecho”, explica Diez, en referencia al duelo que muchas veces pasa desapercibido para los adultos.
El fallecimiento de una mascota es una realidad emocional para miles de personas, y como toda pérdida significativa, conlleva un proceso de duelo. El problema es que, en este caso, muchas veces ese dolor es silencioso, porque no siempre se permite expresarlo. No hay ritos establecidos, ni frases de consuelo socialmente aceptadas. Llorar por un perro o un gato sigue siendo visto por muchos como una exageración.
Según el estudio Duelo de mascotas y animales de compañía (Sale, 2022): “Numerosas investigaciones confirman que el dolor por la pérdida de los animales de compañía puede ser tan intenso como el sentido por la pérdida de una persona. Sin embargo, hay tres características que lo diferencian: 1) las actitudes sociales, 2) la culpa y 3) la ausencia de ritos”.
¿Qué hace distinto este tipo de duelo?
1. Las actitudes sociales:
No hay una validación empática desde el entorno. Muchas veces, quienes pierden una mascota se enfrentan a frases como “pero si era solo un perro” o “ya tendrás otro”, lo que impide que el dolor se exprese libremente.
2. La culpa:
Se vuelve particularmente intensa cuando el final de la vida del animal está mediado por una decisión humana, como la eutanasia. En esos casos, los dueños tienden a cuestionarse si hicieron lo correcto. Además, al tratarse de una relación asimétrica —donde el animal depende completamente del humano—, la responsabilidad se vuelve más pesada.
3. La falta de rituales:
En el caso de los humanos, el funeral, el velorio o incluso una misa permiten despedirse. En cambio, cuando muere una mascota, muchas personas no tienen un espacio formal para cerrar ese vínculo. Esto dificulta elaborar el duelo, porque el espacio mental que ocupaba ese ser querido sigue “pendiente”.
Una encuesta realizada por la American Psychiatric Association (APA) y la American Veterinary Medical Association (AVMA) en febrero de 2024 mostró que el 65 % de los dueños en Estados Unidos considera a su mascota como un “verdadero amigo”, y un 84 % afirma que influye positivamente en su salud mental. Eso refuerza el impacto emocional que puede tener una pérdida así y por qué no debiese ser tratada como un “duelo menor”.
La ciencia también valida este dolor
El dolor por la pérdida de una mascota no solo se vive en silencio, también está respaldado por la evidencia científica. En un libro especializado sobre duelo y pérdida (Neimeyer, Harris & Winokuer, 2011), se habla del concepto de “duelo desautorizado”, es decir, aquel que no recibe validación social. Uno de los ejemplos más claros de este fenómeno es precisamente la muerte de una mascota. Cuando el entorno no reconoce la legitimidad de ese dolor, la persona queda sin espacio para expresarse, sin ritos ni consuelo, y el sufrimiento se intensifica.
En una revisión de estudios recientes sobre este tema (Buisman-Pijlman et al., 2022), se concluye que muchas personas que atraviesan este tipo de pérdida se sienten solas y poco comprendidas, lo que puede agravar la tristeza. Los autores recomiendan que el duelo por mascotas sea acompañado con la misma seriedad que el de un familiar, especialmente en el trabajo clínico y psicológico.
Otra investigación (Adams et al., 2023) destaca que este tipo de duelo, al no ser socialmente validado, se vuelve más complejo de transitar. La falta de ritos y la presencia de culpa —sobre todo cuando se trata de decisiones como la eutanasia— dificultan aún más el proceso de sanación.
Además, estudios recientes han señalado que no es la especie del animal lo que determina la intensidad del duelo, sino el vínculo afectivo. Cuando existe un apego emocional profundo, la pérdida se vive con igual intensidad, ya sea un perro, un gato o incluso una mascota menos tradicional (Wrobel & Dye, 2024).
También se ha observado que el contexto social influye en cómo se vive esta pérdida. En un estudio realizado con jóvenes universitarios (Liu et al., 2025), se concluyó que quienes sentían que su entorno reconocía su dolor tendían a elaborar mejor el duelo. En cambio, quienes percibían que su pena era ignorada o minimizada mostraban mayores dificultades emocionales para procesar la pérdida.
Toda esta evidencia científica apunta en una misma dirección: el duelo por mascotas existe y no debe ser desautorizado. Validar este tipo de dolor, escucharlo y acompañarlo puede marcar una gran diferencia en el bienestar emocional de quienes lo viven.
Considerando lo anterior, se hace imprescindible que los profesionales de la salud mental, la educación y el diseño de intervenciones reconozcan la relevancia de este tipo de duelo y desarrollen estrategias de acompañamiento específicas. Validar el dolor por la pérdida de una mascota y ofrecer apoyo estructurado puede contribuir a disminuir el impacto psicológico negativo y facilitar un proceso de duelo más saludable.